ALTAS SOLEDADES
ALTAS SOLEDADES
Alguna vez sentí
la soledad del otro
y
acurrucada en un ala de mi alma padecí.
Tan triste
fue lo que sentí.
Sentí que en su gemir, mi gemir moría.
Y de dolor
al escuchar sus gritos debatía.
Sus gritos y sus
voces que llamaban.
¡Impotente! ¡Impotente!
¡Impotente! Solo
escuchar podía.
¡Que por ellos y por mi
nada hacer podría!
¿A que acogerse entonces
cuándo el grito de los afligidos llama?
A Dios niña querida, a
Dios, pensaba el alma.
Acordándome también del discípulo que
preguntaba
Y en su aflicción el
maestro lo miraba.
A su vez Él, le decía
a su discípulo:
Nada por vosotros puedo
hacer más que orar…
Para que al orar
vuestras cadenas rueden,
y para que al rodar se
zafen.
Y en ese zafarse vuestro
anhelo crezca
Y se fecunde de
amor en su amor el alma.
Y es que Dios te mira niña desde lo alto
¡En la
plena altura debes estar tú!
Y si él te mira,
él te zafa niña.
Él hace que se suelten tus grilletes
¡Pero hay!
¡Mira niña en tu gemir
más hondo!
Que, aunque mil veces él
soltara tus cadenas.
Tú mismita volverías a amarrarte con grilletes.
¡Pero hay!
¡Mira niña en tu gemir
más hondo!
Que aunque mil veces él
soltara tus cadenas
Tú mismita volverías a amarrar con grilletes tus alitas
¡Ay! ¡Del gemir de aquellos que a ti claman!
¡Que a ti
clamamos! Haz señor que al
liberarme
ya nunca más desee
yo volver a encadenarme.
¡Dame señor la fuerza de
tu espíritu!
Y no permitas Señor que
nadie me encadene ya.
¿Y entonces preguntas tú?
Entonces mis alitas estarán junto a ti señor.
¡Y una vez más, mirara
el señor!
Mirara el señor en tu oración. En su oración.
Mirara a aquel discípulo
que preguntaba y a este, el señor le respondía
¡Perdónenme; estoy
encarcelado solo puedo orar y pedir por ustedes!
¡Perdónenme, estoy
encarcelado! ¡Encarcelado!
Y todos mis bienes han sido confiscados.
¡Encarcelado junto
con todos mis discípulos! ¡No puedo hacer nada más!
Aunque estoy en ti,
si no me dejas hacer yo nada puedo hacer…
Sí. Nada más que orar y pedir por
ustedes.
Mientras tanto, yo seguiré pidiendo.
Pidiendo en mi
oración que me liberé.
Beatriz
Elena Morales Estrada ©
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